EMOCIONES: ¿buenas o malas?

Hablemos de su clasificación y función en la vida diaria.
Continuamente, solemos clasificar las emociones en buenas o malas. Sin embargo, esto ha sido el resultado de un juego de palabras desafortunado, en realidad una emoción (cualquiera que sea), es una respuesta adaptativa del ser humano, que le permite integrarse al entorno y responder adecuadamente a los estímulos que le rodean. En esta línea, la forma más apropiada de diferenciar las emociones es en: placenteras y displacenteras. 

Entendiendo como placenteras, aquellas que nos brindan una experiencia agradable, aquí podríamos mencionar a su máxima exponente ¡la alegría!. Estas emociones nos ofrecen una sensación de bienestar y plenitud. Las asociamos a colores vibrantes y recuerdos amenos, por lo que generalmente vamos a perseguir vivenciarlas.  Por el contrario, rehuimos a las emociones displacenteras como el enojo, porque nuestro sistema cognitivo las vincula con recuerdos desagradables y experiencias molestas. 

Sin embargo, ambas categorías cumplen el mismo rol: ADAPTACIÓN 

Imagina por ejemplo, que estas en una situación muy incómoda en la escuela o el trabajo, dónde te sientes amenazado, en este caso, la emoción que se va a disparar es el miedo, y esto te va a motivar a salir de ese ambiente hostil, asegurando así tu seguridad. Ahora, imagina que esta misma situación, tú reaccionas con alegría, esta emoción aunque es placentera no está siendo adaptativa, pues no responde a tus necesidades en función del entorno. 


Por otra parte, las emociones cuentan con una fisionomía, un nivel y un volumen de expresividad esperado, que se encuentra altamente influído por las características de personalidad de cada individuo. Por ejemplo, en personalidades introvertidas, el nivel y volumen de expresividad es considerablemente más bajo, que en una persona extrovertida, por el nivel de dinamismo que exhibe cada estilo de personalidad. Lo que sí debería ser muy similar en todos los sujetos es la gama de emociones que es naturalmente amplia. Todo ser humano desarrolla cinco emociones básicas, observables desde el nacimiento: alegría, tristeza, enojo, miedo y aversión, pero según se va desarrollando y adquiere nuevos recursos cognitivos más amplifica su gama de emociones.


Ahora bien, retomando el tema de la expresividad de la emoción,  esta debe ser proporcional al estímulo que la dispara. Cuando ocurre una desproporción, ya sea una expresión muy reducida o muy incrementada, nos enfrentamos a un problema de gestión de emociones, pues no existe una correcta modulación de las mismas, reaccionando inadecuadamente al entorno.  
De manera similar, una expresión emocional que no concuerda físicamente con la emoción reconocida como prevalente, es también un indicador de una gestión poco efectiva, pues no se está reconociendo o diferenciando las emociones y esto naturalmente, dificulta su modulación.


Si actualmente estás experimentando complicaciones para gestionar y modular tus emociones, no dudes en contactarnos, en Centro Clínico API, sabemos como asistirte. 




















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